viernes, 2 de diciembre de 2011

Una botella que regresa. (1.)

Entre tanta carta que envío me llega una de regreso. Di con ella en una improvisada botella. A continuación la publico. Mil gracias Cesar Augusto por embotellar sus cartas por acá.

A Sara no le gustan los gatos.

Siempre he querido buscar lo verdaderamente poético. Aquello que hace que los ocasos, las noches, las gotas de lluvia impregnadas en la ventana y los días grises de Noviembre sean tan maravillosos. ¿Por qué me siento tan identificado con ellos? ¿Por qué no tengo palabras para describirlos? Seguramente sabes a qué me refiero Skywalker, tú te dedicas a escribir y por supuesto, lo haces mejor que yo.

Como alguna vez te lo referí siguiendo un artículo de El Malpensante (si, muy mamerto lo admito) caminar ayuda a despejar la mente. Y yo personalmente necesito un faro entre tanta niebla, existente o inventada, al fin y al cabo no me deja ver. Hay una precisión tuya al respecto que me agrada bastante, un tweet inocente no tan inocente en el que declarabas al gato como la mascota oficial del mamerto, del academicista, del hiperintelectualoide, del pseudointelectual.

Los gatos son magníficos por su alto grado de independencia, casi podría decirse que actúan con personalidad. Los gatos le gustan a la especie de hombre que lee a Borges, que cita a Cioran con frecuencia para parecer cool ante los demás, intenta parecer apolítico para demostrar cierto desencanto posmoderno (como si se pudiera hablar de eso aquí) y se dice amante de la música clásica pese a que solo conoce la rapsodia húngara No 2 de Lizst. Que cosas Skywalker, yo saliendo a caminar y me acuerdo que no te gustan los gatos.

Yo tengo un perro, por cierto muy valiente. Sobrevivió a un accidente de tránsito cuya culpa de la eventualidad discurre constantemente en el triángulo taxista-perro-yo. Pese a todo, me pregunto qué me preocupa, si convertirme en un tipo así o simplemente dejar de ver por creer que estoy viendo. Me gusta cuando lloras masacres sobre pilas de cadáveres de celulosa, cuando escudriñas cualquier espacio ajeno a los ojos comunes y me haces recordar que la poesía se trata de buscar el encanto que se ha perdido, todo un acto revolucionario. Con odas a la ignorancia o con cartas embotelladas me diagnostico enfermo de necedad. También que debo aprender a escribir epístolas, mira donde he llegado, pero el minino mimado o la mirringa mirronga es solo la chispita que desata la erupción de sensaciones.

Recapitulando Skywalker, mientras caminas en las estrellas, yo recuerdo que a tu homónima Sara, no le gustan los gatos.

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