viernes, 5 de abril de 2013

Desde los cerros


Querida xxxx.

Sabes, aun no sé qué detalle me has enviado con A., este último resultó ser un mal discípulo de Hermes, no es un buen mensajero en ese sentido pero no lo culpó, ahora es maestro de guion en una Universidad, sus ocupaciones lo atosigan, yo sé lo que es eso, creer que el tiempo no te rinde para nada. Cada vez que voy a su casa se encuentra ausente, y me devuelvo con las ganas de saber que me enviaste.
No sé si el detalle tenga un valor temporal, pero ahora lo apreciaré en el sentido histórico. Ahora que lo pienso, hace mucho no te escribía una carta, es más, no sé si hayas recibido la última carta que te envié. Menos deseo yo que te sientas coaptaba a escribir en obligación de respuesta, ni más faltaba, te escribo porque esa es la forma que adquiere el mantener latente mi vínculo con mi antiguo contexto vital. Escribirte de alguna manera se hace necesario para mí. Ahora, ¿cómo dimensionar lo que quiero expresarte mediante una epístola? Para mí resulta bastante difícil, ya que reposo en una antigua tradición académica donde la explanación del discurso es el método más apropiado de expresión, pero como ambos sabemos muy bien, con eso no se llega absolutamente a nada.
Últimamente las cosas han adquirido un tono grisáceo, el miedo que me produce el estudiar filosofía, profesionalizarme en ese ámbito, es el de generar tedio hacia la actividad que yo encuentro más personal y liberadora. Seguramente no estoy haciendo algo bien. Pienso en ti, cuando entraste en un periodo de decepción respecto al periodismo. Siento que ya no escribo con vitalidad, es más no sé si alguna vez lo haya hecho y apenas soy consciente de ello. Mi prosa es yerta y en ella no se manifiesta el espíritu, como diría uno de los muertos con los que estuve hablando ayer con mi bola de cristal1. Tengo más amigos muertos que vivos, pasa el tiempo necesario para el goce y las oportunidades de hacerlo en una universidad que resulta ser la delicatesen de los logros burgueses pasa impávida ante mí.
En estos momentos me enfrento a una serie de hojas en blanco, me exigen inmisericordemente que plasme en ellas una serie de apreciaciones sobre las nociones gramscianas de cultura y educación en la consolidación de la hegemonía. Seguramente F. tendría mucho que agregar a ese tema tan espinoso. No obstante, no pierdo la fe en recibir lo que me hayas enviado, de la misma manera que el marinero que naufraga en aguas tormentosas espera que se a pronta la respuesta a sus mensajes de auxilio incrustados en botellas. 

Bogotá, 06 de marzo de 2013. Frente a los cerros bogotanos.

Con todo el cariño que te tengo, C. 

Hegel. 

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